El Infierno Bíblico

La enseñanza sobre el infierno es algo que ha aterrorizado a muchos cristianos a lo largo de los siglos.

¿Pero qué es el infierno?

Según la imaginación popular, es un lugar donde son torturadas las almas de los condenados. Se cree que esta tortura dura eternamente. Es algo que estremece solo de imaginarlo.

Si es cierto que existe tal lugar de eterna tortura, es obvio que ningún ser humano sano quisiera terminar ahí. El objetivo más importante en la vida de toda persona sería evitar ese castigo eterno.

Con esta imagen del infierno es fácil asustar a la gente. Decirles que si no aceptan cierta particular interpretación de la Biblia irán a parar ahí. Es una herramienta formidable de manipulación… o era. En estos tiempos es más difícil captar feligreses predicando un infierno de torturas eternas, considerando que dentro del grupo de los condenados podría estar algún familiar. Da tristeza de solo pensar que un familiar o un amigo podría llegar a parar ahí.

Ahora lo que se estila es atraer feligreses con promesas de prosperidad material, salud, armonía familiar y paz mental. Luego, cuando ya estén enganchados, se les hablará del infierno, se les urgirá a traer a sus familiares y amigos a la iglesia.

No todos los cristianos creen en el infierno, ni siquiera en las iglesias tradicionales y conservadoras. Y es que la doctrina del infierno produce una repulsión natural. La Iglesia Católica Romana ha suavizado mucho esta enseñanza, de tal manera que ahora se considera que las personas de otras religiones, y hasta los ateos, tienen la oportunidad de salvarse. Hay teólogos católicos que defienden la teoría de un infierno vacío.

Incluso algunos evangélicos creen que el infierno es una figura simbólica que se refiere a las almas que sufren la ausencia de Dios. Esta concepción puede resultar risible para los ateos, que obviamente no creen en Dios, y que para nada sufren su ausencia.

Incluso el anterior papa Juan Pablo II, enseñó que el infierno no es un lugar. Aunque el actual papa Benedicto XVI pareció retroceder en este punto.

¿Qué hay que hacer para escapar del infierno?

Blaise Pascal enseñaba que convenía creer en Dios, aunque fuera solo por evitar la posibilidad de caer en el infierno. ¿Pero basta creer en Dios para evitar el infierno? La mayoría de los cristianos responden que no.

Santiago nos recuerda que también los demonios creen en Dios (Santiago 2:19). Hay cristianos que piensan que es necesario hacer méritos y vivir una vida virtuosa para ir al cielo y escapar del infierno. Otros consideran que solamente las personas muy malas, como Hitler y Stalin, irán al infierno.

Los católicos creen en un lugar o estado intermedio entre el cielo y el infierno al que llaman Purgatorio, al que van las almas a purificarse en preparación para el cielo.

Los evangélicos creen en su mayoría que que basta «aceptar a Cristo» para evitar el infierno e ir al cielo. No es necesario hacer méritos de salvación. Otros evangélicos enseñan que es necesario apartarse de la vida mundana, pagar los diezmos, ayunar de vez en cuando y asistir regularmente a la iglesia.

¿Pero qué dice la Biblia a todo esto?

Los hebreos del Antiguo Testamento no creían en el infierno. El Antiguo Testamento habla del Seol como el lugar de destino común de todos los muertos. El Eclesiastés enseña que no hay vida después de la muerte (Ec. 8:5-6).

El Hades. Hades es una palabra griega para el Seol de los hebreos. En la historia de Lázaro y el rico, al contrario del Seol hebreo, los muertos tienen conciencia, y está separado en dos secciones: una para los condenados y otra para los salvados (Lucas 16:19-31). Hay quienes consideran que esta historia es solo una parábola.

Jesús habla mucho de la Gehenna, palabra que algunas versiones traducen como infierno (como la Reina Valera de 1960). La Gehenna era un crematorio de Jerusalem. La advertencia en el evangelio de Marcos es memorable:

Y cualquiera que escandalizare á uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y fuera echado en la mar.Y si tu mano te escandalizare, córtala: mejor te es entrar á la vida manco, que teniendo dos manos ir á la Gehenna, al fuego que no puede ser apagado; donde su gusano no muere, y el fuego nunca se apaga. Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo: mejor te es entrar á la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en la Gehenna, al fuego que no puede ser apagado; donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo: mejor te es entrar al reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado á la Gehenna; donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. (Marcos 9:42-48, versión Reina Valera Antigua)

A pesar de que habla de fuego que nunca se apaga, esta puede ser una figura del lenguaje conocida como hipérbole, que consiste en enfatizar una idea exagerando deliberadamente. No queda muy claro si después de muertos tendremos un cuerpo similar al que dejamos, para que tenga sentido hablar literalmente de entrar sin brazos o piernas a la vida eterna; pero lo que sí está claro es que Jesús quiere meternos miedo, y hacernos creer que algo terrible puede pasarnos si cometemos ciertas acciones, y que para evitar incurrir en esas acciones está justificado tomar medidas extremas.

Esto contrasta con la suave y permisiva actitud de muchos cristianos, que creen que es posible arrepentirse y recibir perdón después de haber cometido cualquier pecado, por grave que sea, y que todo estará bien en la otra vida. Jesús cree en este pasaje en pecados imperdonables que acarrean inexorable tortura. Pero hoy muchos evangélicos creen que si Hitler se hubiera arrepentido en su lecho de muerte hubiera ido directo al cielo.

Jesús nos enseña a tener temor. Nos dice que debemos temer a Dios, por que el puede destruir nuestra alma (Mateo 10:28). Este verso sugiere una aniquilación, en vez de un tormento eterno.

Jesús enseña que el solo hecho de desear a una mujer puede ser causa de ser condenado a la Gehenna (Mateo 5:27-30). Es difícil interpretar esto literalmente: «que todo tu cuerpo sea echado a la Gehenna», ya que se entiende que el cuerpo y el alma son cosas diferentes, y que normalmente el cuerpo va a dar a la tumba, y no a la Gehenna. El cuerpo en la tumba puede ser víctima de gusanos, aunque no del fuego (a menos que sea incinerado). Pero la incineración no debe preocupar a nadie, ya que solo se quema el cuerpo, y el alma anda flotando, quien sabe donde.

Si el cuerpo que se quema en la Gehenna no es literal, sino simbólico, también se espera que la Gehenna no sea literal, sino simbólica. Talvés el fuego lo que indica es tortura y sufrimiento, lo que sería bastante real.

Lo que está claro es que para Jesús, un leve desliz de pensamiento puede acarrear el castigo de una dolorosa tortura post-mortem. No se dice que esta tortura sea para siempre. El fuego y los gusanos pueden destruir el alma, eventualmente. Y esto a pesar de que se diga que el fuego no se apaga, ni el gusano muere.

¿Pero qué decir de este verso?: «E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna» (Mateo 25:46). El «castigo eterno» puede significar una aniquilación total, alguién que nunca vuelve a la vida estaría castigado eternamente.

En otras ocasiones Jesús utiliza una figura totalmente diferente al fuego para referirse a esta tortura post-mortem, nos habla de «las tinieblas de afuera» en las que será «el lloro y el crujir de dientes» (Mateo 28:12). Aquí, en lugar de fuego que quema, hay un frío que hace tiritar y crujir los dientes, y un tardío arrepentimiento por haber perdido la salvación, que mueve al llanto.

El lago de fuego

Es en el libro de Apocalipsis donde más claramente aparece la idea de una tortura que se prolonga eternamente en el tiempo.

El Apocalipsis utiliza la figura del lago de fuego para indicar esta tortura. Se nos dice que el diablo, la bestia y el falso profeta sufrirán una eterna tortura en este lago.

Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 20:10).

¿Pero, y qué sucede con los demás condenados?

Apocalipsis 21:8 nos dice que «tendrán su parte en el lago de fuego, que es la muerte segunda». Este verso no sugiere la idea de una tortura eterna. Al contrario, sugiere la idea de aniquilación. La «muerte primera» sería la muerte del cuerpo, la «muerte segunda», la aniquilación del espíritu.

Esta idea se refuerza en Apocalipsis 21:14: «La muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego». Con esto se quiere decir que ya no habrá más muerte, que la muerte dejará de ser. Igualmente -cabe interpretar- las personas lanzadas al lago de fuego dejarán de existir.

El Apocalipsis solo enseña la tortura eterna para tres personas: el diablo, la bestia y el falso profeta. Podemos dormir tranquilos, por que nosotros y nuestros familiares nunca sufriremos una tortura sin fin.

Pero aun así, la idea de tres personas siendo torturadas eternamente, aunque hayan sido muy malas, no deja de inquietar. Incluso, aunque la víctima sea el diablo, Satanás en persona, el castigo eterno parece muy drástico. ¿Por qué no aniquilarlo y ya? Suena más humanitario y razonable.

Talvés este versículo haya sido añadido por una persona muy sádica y cruel. El libro entero tendría más sentido si eliminamos este versículo. El lago de fuego simboliza entonces la «muerte segunda», es decir, la aniquilación. Esta trinidad diabólica también será aniquilada.

También hay que observar que el diablo, la bestia y el falso profeta pueden ser figuras simbólicas, en vez de personas individuales. La bestia sería el sistema corrupto del imperio romano; el falso profeta, las falsas religiones; y el diablo, la guerra. Si esto es así, el como podrían ser torturadas eternamente estas figuras simbólicas es un misterio.

Salvación por obras

Apocalipsis 19:12: «Y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras».

El Nuevo Testamento enseña que para escapar de una horrorosa tortura post-mortem en la que nuestras almas serán aniquiladas, es necesario evitar los vicios, las obras de la carne y los malos pensamientos, y hacer buenas obras.

La buena noticia es que si no logramos obtener la salvación, al menos no sufriremos eternamente.

En Mateo 25:31-46, el requisito para obtener la vida eterna es hacer buenas obras, especiamente socorriendo a los más pobres y desamparados de la sociedad. El que no ayuda a los pobres y necesitados no recibe la vida eterna, sino el castigo eterno. ¿Y qué es contrario a la vida eterna? No es una vida eterna en el infierno, sino simplemente dejar de existir. Este castigo es eterno, por que la muerte es para siempre.

«Por que tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber». (Mateo 25:42).