Versículos bíblicos para el día de la Madre

Honra a tu padre y a tu madre.
—Éxodo 20:12, Deuteronomio 5:16

Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo Jehová me recogerá.
—Salmos 27:10

¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti.
—Isaías 49:15

Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros, y en Jerusalén tomarás consuelo.
—Isaías 66:13

Oye, hijo mio, la instrucción de tu madre, y no desprecies la dirección de tu madre.
—Proverbios 1:8

Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.
—Juan 19:27

Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también.
—2 Timoteo 1:5


Sermón del día de la Madre

Por: la pastora Michel Fischer

Gracia a ustedes y paz de parte de Dios nuestro padre y del Señor Jesucristo, su hijo.

Una vez más, quiero decir «Feliz Día de la Madre».

El Día de la Madre siempre es un poco difícil para mí, como sé que lo es para otros hoy.

Una de mis colegas en Nueva York se desconectó de Facebook ayer por la mañana debido a la gran cantidad de fotos y sensiblerías del Día de la Madre. Ella todavía está de luto por la pérdida de su hijo pequeño hace casi tres años.

Y cuando las personas que no me conocen me desean un feliz Día de las Madres, simplemente porque soy mujer, me siento pasmada como un animal deslumbrado en medio de la carretera, sin saber cómo responder.

Eh…, gracias.

No es que Neal y yo planeamos no tener hijos, de hecho, escogimos algunos nombres. Simplemente parece que no era parte del plan de Dios para nuestra vida.

El Día de la Madre puede ser doloroso para las mujeres que han perdido un hijo, que no han podido quedar embarazadas o mantener un embarazo. Es difícil para las madres que están distanciadas o separadas de sus hijos por otras razones.

Y sin embargo, a pesar de los sentimientos encontrados que muchos tienen sobre este día especial, quiero comenzar hablando sobre la maternidad. Quiero compartir con ustedes algo que me pasó. Ahora bien, a decir verdad, es posible que me hayan escuchado contar esta historia antes, y les prometo que la volverán a escuchar. Pero como todas las buenas historias, merece ser escuchada una y otra vez.

Fue hace unos 13 años. Estaba en el hospital local, visitando a una nueva madre. Ella acababa de dar a luz a su segundo hijo, una niña pequeña. Entré en la habitación y el padre de la bebé estaba ansioso por decirme algo.

Pastora, esto es muy extraño. Ella estaba llorando mientras dormía. Ella tiene algunas horas de vida y está llorando mientras duerme. Le pregunté a la enfermera al respecto y ella dijo que los bebés pueden tener pesadillas después de nacer.

Luego, el padre le preguntó a la enfermera por qué la bebé tendría una pesadilla cuando no tenía ni un día de edad. Y la enfermera simplemente respondió que nacer es un evento traumático.

Ahora quiero que piensen en eso por un segundo: Nacer es un evento traumático.

Ninguno de nosotros recuerda haber nacido. De hecho, la edad promedio de los primeros recuerdos para adultos es aproximadamente a la edad de cuatro años.

Pero imagine conmigo, como debe haber sido ser un bebé, en el útero. Todo lo que usted sabe del mundo es lo que ve a su alrededor. Todo lo que usted necesitas llega a usted. No necesita pensar en comer o beber. Usted está abrigado, seguro y cómodo. Y un día todo cambia.

Su mundo se voltea boca abajo, literalmente. Y de repente, todo lo que usted conoce se ha ido, y está siendo empujado hacia la luz brillante de este mundo, con sonidos fuertes no amortiguados, y usted no tiene idea de qué es lo que está sucediendo.

Esto suena bastante aterrador, ¿no es así?

Y sin embargo, lo que ese bebé no sabía, era que al otro lado del túnel, en el exterior de esa cálida y acogedora matriz, había un par de brazos amorosos que anhelaba abrazarlo.

De acuerdo. Usted está pensando, ¿qué tiene esto que ver con el evangelio?. Y créanme, voy a hacer la conexión.

En nuestra lectura del Evangelio, Jesús está hablando a sus discípulos. Él está tratando de prepararlos para lo que vendrá: su arresto, crucifixión y resurrección.

Pero hay algo más, Jesús está compartiendo algunos detalles sobre lo que hay más allá de esta vida.

1 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. 2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.1

Jesús va a preparar un lugar para nosotros en el reino de Dios. Su crucifixión y resurrección nos preparan el camino para que entremos en el reino de Dios. Él va por delante de nosotros, para asegurarse de que todo esté bien arreglado.

Pero cuando sea el momento de dejar este lugar, cuando sea el momento de nacer de nuevo, en el reino de Dios, Jesús estará con nosotros. Él será la partera, guiando nuestro nuevo nacimiento en el reino de Dios.

Comparto esta historia con personas que están muriendo, con personas que están sentadas con personas que están muriendo. Porque me imagino que morir es bastante parecido a nacer.

No sabemos qué hay más allá de esta vida. Todo lo que conocemos, todo lo que necesitamos está aquí. No es una vida perfecta, pero es la que conocemos.

Pero también sabemos que esta vida es temporal, que toda vida terrenal termina en muerte. Y eso a menudo causa miedo. No para todos, pero para muchos la idea de morir causa miedo.

Y entonces, comparto esta historia con aquellos que están muriendo porque quiero aliviar algo de ese miedo.

Jesús está hablando con sus discípulos, horas antes de su propio arresto y crucifixión. Dentro de veinticuatro horas, su amado maestro, su mesías, estará muerto y tendido en una tumba.

Pero Jesús quiere que sepan que esto no es el final. Esto no es todo lo que hay en la vida. Jesús va por delante de nosotros, para asegurarse de que se hagan los arreglos para nuestro propio regreso a casa.

Pero cuando sea el momento, cuando sea nuestro momento de nacer de nuevo en el reino de Dios, Jesús estará a nuestro lado.

Como una partera, entrenando a una nueva madre a través de los dolores de parto, Jesús nos entrenará y nos guiará a medida que nacemos a una nueva vida.

Y a diferencia de ese bebé recién nacido, nosotros sabemos lo que está sucediendo. Sabemos lo que nos espera al otro lado de esta vida. En ese día, cuando volvamos a nacer en el reino de Dios, seremos recibidos por nuestro padre celestial, que está deseando abrazarnos, tal como una vez nuestras propias madres anhelaron abrazarnos.

Nuestro padre celestial nos sostendrá en su pecho, lleno de amor y alegría por nuestro nuevo nacimiento en el reino de Dios. Amén.2