Oración del Conjuro Negro

La oración del conjuro negro es una maldición que tiene por fin hacer daño a una persona, por lo tanto se sugiere que hay que usarla con cautela.

Si creemos que las maldiciones tienen poder y decidimos tomarlas en serio, hemos de admitir que este tipo de invocaciones pueden poner en movimiento energías negativas que pueden ser perjudiciales para el blanco de la maldición, pero que incluso puede tener un efecto negativo en la persona que la invoca, se puede dar el caso de un efecto boomerang.

Por esa razón se sugiere que una maldición de este tipo sea usada como último recurso.

En caso de que alguien nos haga daño podemos intentar resolver nuestras diferencias pacíficamente o por medio de la ley. Si hay una posibilidad de solucionar un problema de manera positiva, debemos intentarlo.

Si hacemos uso de oraciones de magia, podemos echar mano de oraciones de protección, como la oración del Justo Juez. Podemos protegernos sin necesidad de pasar de lleno a la ofensiva. Oraciones como las de San Marcos de Léon para amansar o algún ritual para endulzar el corazón de una persona.

Esta oración del Conjuro Negro utiliza imágenes de la Biblia, por lo que alguien podría pensar que en este texto todo es bíblico, y que por lo tanto todo es sano. Esto no es así, porque la intención de hacer daño es evidente.

En este texto se hace referencia a los sufrimientos de Cristo en su pasión y crucifixión y se los deseamos a la persona blanco de nuestra maldición. La religión nos enseña que Cristo sufrió y murió para salvarnos, por lo que el resultado de sus sufrimientos no puede ser otra cosa que positivo. Pensamos en esta acción benéfica, heroica y salvadora y nos sentimos reconfortados.

Algunos olvidan reflexionar en la terrible acción negativa de las fuerzas del demonio en contra de Cristo, el más santo de todos los santos. Las puertas del infierno se abrieron para torturar al Hijo de Dios sin que éste hubiera hecho algo para merecerlo. Por esto se puede decir que Jesús experimentó en carne propia el efecto de una gran maldición.

San Pablo nos enseña que: «Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros, pues dice la Escritura: Maldito todo el que está colgado de un madero». (Gálatas 3,13).

Según una antigua doctrina, Jesús pagó con su sacrificio para salvarnos, y pagó ese rescate no a Dios, sino a Satanás, y por esa razón fue torturado por el diablo.

Jesucristo sufrió una gran maldición, sufrió un brutal ataque concentrado en su persona, pero por su virtud logró transmutar toda esa energía negativa en salvación y vida eterna. Esto es algo que no lo podría lograr una persona ordinaria. Invocar ese tipo de maldición contra un ser humano común es algo que tendría el potencial de hacer mucho daño.

Oración del Conjuro Negro

Por el Conjuro Negro quiero me prestes los tres clavos con que clavamos a nuestro Señor Jesucristo. El primero para clavarlo en el sentido a (fulano); el segundo para clavarlo en el corazón a (fulano); el tercero para clavárselo a (fulano) para que se vea sentado ante mí como se vio nuestro Señor Jesucristo ante Poncio Pilato en el huerto.
Por el Conjuro Negro quiero me prestes tu lanza aguda con que fue herido Jesucristo para herirle el corazón a (fulano).

Por el Conjuro Negro quiero me prestes tu envoltura para envolver a (fulano) para que se vea envuelto ante mí como se halló Jesucristo en la cruz.
Por el Conjuro Negro quiero me prestes la corona de agudas espinas para clavársela en el sentido a (fulano) para que se halle dislocado ante mí como se halló Jesucristo el Jueves Santo al pie de la cruz.
Por el Conjuro Negro quiero me prestes tu látigo para azotar a (fulano) para que se halle ante mí como se halló Jesucristo en el Santo sepulcro: Adolorido y amortecido.

Por el Conjuro Negro, quiero me prestes la llave con que fue abierta la puerta celestial para abrir ese cadalso por si los guardias se han dormido, los máuseres sean trancados y hechiceras se revienten del infierno como cuando nuestro Señor Jesucristo subió a la corte celestial. Amén.



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