Reflexiones y poesías para el Domingo de Ramos
Por: Rafael Moreno Guillén
EL REY DE GLORIA
“Alégrate mucho, hija de Sión; da voces de júbilo, hija de Jerusalén, he aquí tu REY viene a tí, justo y salvador”. Zacarías 9:9
El humilde Hijo del carpintero de Nazareth, Cristo nuestro amado Salvador, en este memorable día de la solemne toma de posesión de su ciudad real Jerusalén, bajo el manto de su gloriosa mansedumbre y rodeado por sus mansos discípulos, recibe la delirante ovación de un pueblo que reconoce por solo cinco días el señorío de su reinado, cuando clamaron: “No tenemos más rey que al César”. Entra a la ciudad davídica no como un conquistador al fulgor de la espada sino como el redentor a la sombra de la cruz. No luce un soberbio caballo sino, como Zacarías le vió: “Vendrá humilde y cabalgando sobre un asno”. Pero David canta la gloria de este Rey: “Alzad oh puertas, vuestros capiteles y entrará el Rey de Gloria: ¡Cristo! Y el creyente dice: ¡Entra en mi corazón, Oh Cristo, pues en él hay un trono para ti:
Lluvia de lirios y aromadas rosas
embalsaman el rústico camino;
pisando ricos mantos, va el pollino
del pueblo entre las voces victoriosas.
Delirantes las turbas anhelosas
rodean al mansísimo Rabino:
¡Hay en torno un ambiente tan divino
que divinas se ven todas las cosas!
Alegría respiran las terrazas,
alabanzas las calles y las plazas
y en Sión hay fiebre de fervor y canto:
¡Que se abran ya las puertas matinales!
Resuenen los Salterios y arpas reales,
y ¡Paso! al Rey triunfal, Mesías Santo!
PALMAS TRIUNFALES
“Y la gente que iba delante y la que iba atrás aclamaban diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”. Mat. 21:6.
Bajo este majestuoso arco triunfal, se abre la Semana Santa. Este fue un milagro más asombroso en el concepto espiritual que en el histórico. Cristo se goza hoy en iniciar su marcha triunfal hacia el Calvario. Debajo de esos hosanas hay maldiciones y espinas. Ayer, Lázaro, de cuatro días de muerto, fue levantado de su tumba. Simbólicamente representaba a la humanidad “muerta en delitos y pecados”. Pero Cristo ya estaba en pie para levantar a las almas muertas y a los corazones en cadenas, con el poderoso grito de su SANGRE propicia: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí aunque estuviere muerto, vivirá” (Juan 11:25). Que hoy sea nuestro corazón un Jerusalén exultante porque Cristo entra a él como su Rey de paz: “Levántate y resplandece porque ha venido tu luz”. Is. 60:1.
¡Abrióse la mañana esplendorosa
aquel domingo pleno de ventura;
de gala revistióse la natura
pues fue la luz del sol aun más radiosa!
Jerusalén, la Santa, la gloriosa,
se apresta a abrir sus puertas de hermosura,
y soltando sus salmos de ternura,
al Rey espera, como Reina esposa:
¡Ya viene! ¡Ya se escuchan los clamores!
Hay un ondear de palmas y de flores,
de Cristo Dios, en ovación de amor:
¡Hosanna! ¡Hosanna! en jubiloso grito,
niños y ancianos loan al Bendito,
al Rey que viene, en nombre del Señor!…