Mi peregrinaje espiritual I

Cuando era niño mi madre me llevaba todos los domingos a la escuela dominical en la iglesia Centroamericana. Al principio me gustaba como la maestra contaba las historias bíblicas, pero ya siendo un poco mayorcito las clases me parecían aburridas.

Estaba leyendo la Biblia por mi propia cuenta, pero nunca le encontré mucho sentido. Necesitaba que alguien me la explicara.

Cierta vez, en una clase dirigida por la esposa del pastor, ésta me presionó para que «aceptara a Jesús como mi Salvador». Por pena le dije que sí, pero la verdad es que no entendía lo que quería decir con eso. Luego me sentí un fraude cuando todos me felicitaban.

Pasado un cierto tiempo, me rebelé y no quise seguir yendo a la iglesia. No le miraba ninguna utilidad a eso, aprendía más de la Biblia leyendo las revistas de La Pura Verdad y libros que éstos mandaban. Leí la Biblia (Reina Valera 1960) de tomo a lomo varias veces, pero aun así no le encontraba sentido. No obtenía muchas respuestas y sí muchas preguntas.

Había algunos pasajes de la Biblia que me daban miedo, como el pasaje que habla sobre la blasfemia imperdonable y las plagas del libro de Apocalipsis.

A veces tenía dudas sobre la existencia de Dios, ya que no podía reconciliar el relato de la creación del Génesis con la teoría de la evolución biológica.

Nuevo Pensamiento

Afortunadamente, hubo un libro no evangélico de la corriente del Nuevo Pensamiento, que me dio cierta serenidad en medio de las dudas y fortaleció mi fe en Dios, aunque sobre bases no ortodoxas. Ese libro se llamaba Poder Oculto para Problemas Humanos de Frederick Bailes. Me estaba volviendo más espiritual al costo de alejarme de la fe bíblica e histórica cristiana.

Teosofía

Después leí unos libros que hacían parecer que todas las grandes religiones como el cristianismo, zoroastrismo, budismo, etc. en el fondo tenían la misma enseñanza: la doctrina esóterica de los maestros iniciados, privilegio de unos pocos elegidos. Mientras que la doctrina que se se enseña al pueblo y que hace parecer a las religiones contradictorias eran mentiras piadosas con propósitos pedagógicos.

Los libros que leí de esta corriente de pensamiento fueron Los Grandes Iniciados de Eduardo Schuré, y Cristianismo Esotérico de Annie Besant, quien fue discípula de Madame Blavatsky, la que popularizó la creencia en la reencarnación en Occidente. Estos libros me parecieron bastante convincentes e interesantes.

Empecé a utilizar algunas técnicas sencillas de meditación y contemplación. Esto sirvió de preparación para una decisiva experiencia espiritual que me tomó por sorpresa.

Mi Experiencia Mística

En las vacaciones del ’92 un compañero del colegio me invitó a la iglesia Amor Viviente. Mi objetivo era aprender a tocar un instrumento musical, pero luego se me olvidó el asunto. Cuando entré al templo quedé impactado por el estilo de culto: banda musical, gente orando en voz alta y al mismo tiempo, levantando las manos, etc.

La proclamación de Jesús como Señor fue el mensaje que tocó mi corazón. Aprendí a reprender al diablo y me gocé en ello. Desarrollé una dulce confianza en Dios que me llenaba de paz y seguridad. Entregué todas mis inquietudes y ansiedades en las manos del Señor. Sentía su presencia a todas horas, aun durante el sueño. Orar era algo natural que surgía sin esfuerzo.

Mi lucha contra las dudas

Duré un par de meses en ese estado, pero me caí de la nube cuando volví a pensar en mis dudas sobre el cristianismo. Ahora que iba a una iglesia cristiana creí necesario adoptar sus doctrinas fundamentalistas, aun aquellas que me parecían más chocantes, como la perdición de los incrédulos.

Traté de aferrarme a esas doctrinas para conservar mi experiencia, pero ello solo me producía ansiedad. Pedí consejo al pastor, pero no me sirvió de mucho. Me dijo que para resolver mi problema de dudas era necesario que me comprometiera más con la iglesia, necesitaba «servir al Señor». Él no conocía de las ideas que había leído yo en aquellos libros y que me resultaban más persuasivas que el fundamentalismo cristiano.

Pero yo quería creer.

Seguí yendo a la iglesia e ingresé al discipulado. Era miembro activo de un grupo de crecimiento.


Esta vez el libro que me ayudó fue ¿Si Realmente Creo, por qué tengo estas Dudas? de Lynn Anderson. Puso en perspectiva mi problema y me dí cuenta de que tener dudas no era necesariamente una fatalidad. El mismo autor batallaba para conservar la fe.

Empecé a desarrollar confianza de que Dios estaba conmigo a pesar de mis dudas, y que le agradaba mi deseo de creer.

Pasado un tiempo, las dudas parecieron perder fuerza. Mi fe estaba creciendo. En el culto, cuando levantaba las manos, sentía en forma automática la presencia de Dios en mi pecho y en mi aliento.

Pero evitaba escrupulosamente leer material que estuviera en contra de mis creencias adoptadas. Era un equilibrio inestable y precario.

Mi problema con las lenguas

Una nueva crisis surgió en mí como resultado de mi incapacidad para hablar en lenguas, lo que yo pensaba que era esencial para vivir una vida cristiana de poder. A esto se le conoce como «bautismo en el Espíritu Santo». Varias veces me ministraron para recibirlo, pero de mi boca no salía ninguna palabra en lengua extraña.

Recuerdo que en el discipulado tocaron el tema del bautismo en el Espíritu Santo, y después de la enseñanza hubo ministración. Yo fingí haberlo recibido, haciendo algunos sonidos como arracachanda. Huelga decir que me sentí culpable por ello. Pasé un par de años con esa inquietud. Por ese tiempo ya estaba en la universidad.

Para mi alivio, encontré un panfleto que cuestionaba la doctrina del bautismo en el Espíritu Santo. Se llamaba «La Controversia Carismática» de Richard W. Haan. Luego profundicé más en el asunto con el libro Los Carismáticos de John Macarthur. Estos autores eran evangélicos conservadores que no creían en los milagros actuales.

También leí libros que cuestionaban la música rock cristiana como What’s Wrong with Christian Rock? de Jeff Godwin.

Con estas influencias me hice conservador, y volví por un tiempo a la iglesia Centroamericana. Pero no me sentía espiritualmente satisfecho, les faltaba el entusiasmo y la devoción que había encontrado en Amor Viviente…

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5 comentarios

  • Aaron Ortiz

    Hola Ardegas,

    Gracias por compartir tu peregrinaje. Yo he tenido encontronazos con la doctrina toda mi vida también.

    Mis padres son católicos, pero no conservadores. Mi mamá perteneció a la renovación carismática católica (semi-pentecostal) y mi papá a los cursillos de cristiandad.

    Muy niño fui expuesto a la doctrina evangélica cuando mis hermanos y hermanas dejaron la iglesia Católica, y se fueron a la iglesia Gran Comisión, que tiene la doctrina de la Iglesia Centroamericana, pero son mas modernos, como Amor Viviente, sin hablar en lenguas. A la edad de 5 años acepte a Cristo.

    Esto le causo mucha consternación a mi familia. Hubo grandes batallas entre mis hermanos y mis padres. Crecí aprendiendo un poco de los dos bandos, Católicos y evangélicos. A los 12 años, al leer la historia de la reforma protestante, decidí dejar la Iglesia Católica también y me fui a Gran Comisión.

    Mas adelante, mis padres me presionaron a regresar a la Iglesia Católica, y me involucré en el movimiento carismático. Allí fui expuesto a las lenguas, y intenté hablar en ellas, pero sin éxito.

    Al ir a estudiar en la U, me confrontaron con otra doctrina, la secta «Church of Christ», que me obligo a ir a la Biblia consternado y confundido de tanta doctrina conflictiva.

    Tuve que elegir, y por lo tanto, rechacé a la «Church of Christ» porque ser demasiado conservador, introduciendo tradiciones no bíblicas, y a la iglesia Católica por la misma razón, pero al otro lado del espectro. Me quedé en Gran Comisión por su aspecto pragmático y bíblico hacia la doctrina.

    Ahora, 9 años después, mi fe ya no está en conflicto, y me concentro más en mi relación personal con Dios, y vivir en su misericordia y poder. Pero, a veces interfiere mi propia adicción al pecado, y mi espíritu científico y escéptico.

  • David Morán

    Las memorias que relatan tus viajes por el mundo de la fe son muy interesantes Ardegas. Espero la segunda parte. No quiero molestar, pero ese pasaje donde nos cuentas que fingiste hablar en lenguas me hizo reír mucho.

    Creo que estos asuntos se viven mejor cuando uno posee plena autonomía y libertad para decidir el contenido donde apoyar la fe, pero de niños y adolescentes muchas veces estamos obligados a tomar el credo de la familia.

    La versatilidad del ser humano hace difícil que se adapte a plenitud a una doctrina religiosa, ya que constantemente cuestionamos nuestro entorno y a nosotros mismos. Cuando escucho la palabra doctrina, sea de donde sea, política, religiosa, científica, económica, suelo asociarlo con amaestramiento de mente. Aunque no desapruebo muchas de sus enseñanzas.

    A ver que pasa en el siguiente capítulo de esta historia.

    Saludos.

  • Ardegas

    Aaron:

    Gran Comisión tiene sus ventajas, tiene parte del culto moderno sin la locura pentecostal.

    Lo que me sorprende es que el que un niño «acepte a Cristo» a la tierna edad de 5 años produzca consternación.

    Las lenguas son opcionales para los católicos, no así para los evangélicos con su doctrina del «bautismo del Espíritu Santo».

    Veo que rechazas a la Iglesia Católica por «tradiciones no bíblicas», y sin embargo, el canon bíblico fue establecido por esta Iglesia. Es decir, no habría Biblia sin Iglesia Católica.

    Yo por mi parte puedo cambiar de parecer ahora, sin entrar en conflictos. Ahora creo que esa culpa y temor por explorar nuevas ideas que produce el cristianismo tradicional es un defecto que tiene éste.

    David:

    Cuando era niño obviamente no decidí ir a la iglesia pero esas enseñanzas tuvieron efecto aun cuando ya era grande. Entonces decidí libremente ir a una iglesia de tipo carismática.

    El asunto de fingir hablar en lenguas creo que es muy común en esos círculos. Resulta de una presión insana. También es una forma de conseguir «estatus espiritual». Si no lo tienes se te mira como un ciudadano de segunda clase.

    Ultimamente creo que no es necesario adaptarnos a ninguna doctrina, sino que debemos adoptar la doctrina a nuestras necesidades. Esa manera de ver las cosas produce libertad.