Reflexión de Miércoles de Ceniza

Por: Carmen Fiallos

Mujer recibiendo la marca de ceniza en la frente.El día miércoles 17 de febrero, Miércoles de Ceniza, empieza la Cuaresma o sea 40 días de penitencia preparatoria para la gran Semana Santa. En el momento de la imposición de la ceniza sobre nuestra cabeza, el sacerdote nos recuerda las palabras del Génesis, después del pecado original: “Acuérdate hombre de que eres polvo y en polvo te has de convertir” (Gen. 3.19). Acuérdate, nos dice la Biblia, porque muchas veces nos olvidamos que sin el Señor no somos nada, porque sin Dios no queda más que un montoncito de polvo.

La Cuaresma debe manifestar a los ojos del mundo que todo el pueblo de Dios que es pecador, se prepara con la penitencia a revivir la liturgia de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.

Cuaresma es volver al Padre, es levantarnos, ese Padre que está en los cielos y en la persona del sacerdote que está en el confesionario, al que podemos decirle: “he pecado contra el cielo”. Pero no solo éso, es volver al esposo, a la esposa, a los hijos, dedicándoles atención a sus problemas, a su educación. Volver a los padres ancianos que esperan la visita del hijo. Es volver a otras personas necesitadas de ayuda, de comprensión, de estima. Porque también contra ellas hemos pecado, y la Cuaresma nos invita a abrir totalmente nuestra mente y nuestro corazón para escuchar la voz del Señor y volver a Él, y ser cada vez más sensibles a los sufrimientos de quienes nos rodean.

Cuaresma es penitencia, y la penitencia que más pide el Señor, como cristianos en medio del mundo, ha de ser discreta y alegre. La vida del cristiano puede estar llena de penitencia que Dios ve, ofrecimiento de la enfermedad o del cansancio, trabajo acabado y bien hecho por amor a Dios, muestras de caridad que tiendan a facilitar hacia otros el camino hasta Dios.

La mortificación y la vida de penitencia a la que nos llama la Cuaresma tiene como motivo la co-redención, la participación en los sufrimientos de Cristo, participar del mismo Cáliz del Señor.

El espíritu de Penitencia y de mortificación lo manifestamos en la vida corriente, en el quehacer de cada día sin necesidad de esperar ocasiones extraordinarias. Penitencia es el cumplimiento exacto del horario que sea fijado, aunque el cuerpo se resista. Penitencia es no dejar para más tarde, sin un motivo justificado, esa tarea que resulta más difícil… Penitencia es cuando nos sujetamos amorosamente a un plan de oración a pesar de que haya cansancio. Penitencia consiste en soportar con buen humor las mil pequeñas contrariedades de la jornada, en no abandonar la ocupación aunque se haya pasado la ilusión con que se comenzó.



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