Métodos bíblicos para consultar la voluntad de Dios
Imagen por Eugène Pluchart.
En los relatos bíblicos Dios se revelaba directamente muchas veces, y aún sin ser buscado. Se reveló a menudo por medio de sueños, los cuales a veces requerían de interpretación; como los sueños que interpretó José, el hijo de Jacob que obtuvo un alto puesto en Egipto, o Daniel en el exilio babilónico. Dios habló desde una zarza ardiente con Moisés.
Pero a veces había que tomar la iniciativa para saber la voluntad de Dios, o para obtener un oráculo divino. Para ello se recurría a personas con habilidades psíquicas, conocidas como videntes y profetas. Saúl, por ejemplo, fue donde el profeta Samuel para averiguar el paradero de unas burras que se le habían perdido, y salió ungido como rey de Israel (1 Samuel 9).
Para obtener un oráculo divino también se recurría al azar, por medio de artilugios como los urim y tumim. Se hacía una consulta proponiendo un par de alternativas: “¿Será esto o aquello?”, y según saliera urim o tumim se recibía la respuesta.
Esto se puede ver claramente en el siguiente pasaje (1 Samuel 14:30 y ss. versión Nácar Colunga):
Dijo pues [Saúl] a todo Israel: «Poneos todos vosotros de un lado, y yo y mi hijo Jonatán nos pondremos de otro». El pueblo contestó: «Haz como bien te parezca». Saúl dijo: «Yavé, Dios de Israel, ¿cómo es que no respondes hoy a tu siervo? Si en mí, o en Jonatán, mi hijo, está este pecado, Yavé Dios de Israel, da urim; y si está la iniquidad en el pueblo da tumim.» Y fueron señalados por la suerte Jonatán y Saúl, y librado el pueblo.
El substituto del apóstol Judas —que traicionó a Jesús y se suicidó— también fue elegido por medio de suertes (Hechos 1:26).
En el libro de Jueces, Gedeón utilizó un vellón de lana expuesto al rocío para consultar la voluntad de Dios. (Jueces 6:37)
Los asuntos sobre los que se pedía dirección divina eran muy específicos, y podían ser hasta mundanos.
En el libro de Números Moisés recomienda un ritual para descubrir la infidelidad en una esposa (Números 5:11 y ss.)
En cierta ocasión el rey Saúl se desesperó por la falta de respuesta divina, y tuvo que recurrir a un método prohibido por su religión:
(1 Samuel 28:6): “Y consultó Saúl a Jehová; pero Jehová no le respondió, ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas”.
Por lo que buscó a una medium que lo contactó con el espíritu del profeta Samuel —su mentor— y solo así encontró la respuesta que buscaba.
Otro método bíblico para consultar la voluntad de Dios es por medio de la astrología. Los magos que fueron a venerar a Jesús se dieron cuenta de su nacimiento por medio del estudio de las estrellas, aventajando a los que solo estudiaban las escrituras.
Un método bíblico que podría parecer obvio sería leer la Biblia. Pero en realidad no lo es tanto. La lectura de la Biblia no puede ser un método bíblico, porque en tiempos bíblicos no existía la Biblia. Existían, es cierto, algunos libros considerados sagrados, pero ayer como hoy, las personas buscan oráculos para asuntos específicos en sus vidas que no podrán encontrar jamás en los textos antiguos.