¿Por qué rezar en latín?

En la Iglesia Católica Romana la misa se celebra en latín hasta 1965, solo la homilía se predicaba en lenguaje vernáculo.

El uso del latín para la liturgia permitía la experiencia para un católico romano de ir a misa a cualquier país y poder recitar con el mismo fervor las mismas oraciones que los fieles locales.

A pesar de que ya no se acostumbra a decir misa en latín, el latín continúa siendo el lenguaje sagrado de la Iglesia Romana.

El latín es la lengua con la que la Iglesia ha definido sus dogmas de fe, ha fijado su fe y magisterio de forma imperecedera e inmutable. Por eso orar en latín nos protege de herejías e interpretaciones erróneas introducidas en las traducciones de las oraciones.

El latín es también la lengua de base y referencia para la traducción de las oraciones litúrgicas en las diferentes lenguas vernáculas.

El rosario, la devoción privada más importante, se recitaba, enseñaba y transmitía en latín y una práctica regular de los santos era rezar sus devociones en el mismo lenguaje materno de la Iglesia Romana.

Cuando rezamos en latín rezamos con las mismas palabras y el mismo idioma con el que incontables santos oraron a través de los tiempos y nos unimos espiritualmente a ellos al entrar en esa venerable tradición que ellos transmitieron y preservaron fielmente a través de los siglos.

El latín, como lenguaje litúrgico, logró unir a muchos fieles a través del tiempo y el espacio, y lo sigue haciendo hasta el día de hoy, aunque en menor medida.

Rezar en latín añade otro nivel a nuestra oración, en la que nos fuerza a meditar en las palabras más de lo que lo haríamos en nuestro idioma materno. Añade un nivel de misterio y de reverencia por lo sagrado.

Un lenguaje sagrado nos permite participar en el «misterio» de lo sagrado en contraste con el uso del lenguaje vernáculo para «asuntos profanos». El latín nos ayuda a recrear un espacio y tiempo sagrados.

Dios es un ser radicalmente distinto a su creación, y el latín nos ayuda a enfocarnos en esa condición de Dios de ser radicalmente distinto a nosotros. A esto se le conoce en lenguaje filosófico como la «otredad» o «alteridad» de Dios.

El uso de un lenguaje sagrado nos permite adoptar un especial sentido de reverencia y adoración a Dios.

El uso de un idioma no vernáculo en la oración es bíblico. Jesús mismo oraba en hebreo, un idioma no vernáculo, usado exclusivamente en el culto del templo en ese tiempo.

Otras tradiciones apostólicas antiguas del cristianismo también utilizaron lenguajes no vernáculos como idiomas litúrgicos, como el griego, el siríaco y el copto.

Hay quienes creen que las oraciones en latín tienen una mayor eficacia, especialmente en los rituales de exorcismo. ¡Los demonios odian literalmente a las antiguas oraciones en latín! Así lo habría reconocido el padre Gabriele Amorth, quien fue un renombrado exorcista del Vaticano.

No es necesario saber latín para aprovechar las ventajas de rezar en latín. Con tener una traducción a la mano nos será suficiente para comparar el latín con nuestra lengua materna, y esto se nos hace más fácil a los que hablamos un idioma derivado del latín, como lo es el español.

Pero para los que estén interesados en aprender latín, pueden echar mano del curso LINGVA LATINA Per Se Illustrata que enseña el latín valiéndose de la propia lengua latina.