La gratitud y la oración
Por: Osho
¿Qué es la oración? Por lo general, por oración se entiende pedir algo, rogar, quejarse: tienes unos deseos y le pides a Dios que te ayude a satisfacerlos. Acudes a Dios para pedir algo, para mendigar. Para ti, orar es mendigar, pero la oración no puede ser mendigar: solo puede ser gratitud, una expresión de gratitud.
Estas son dos actitudes completamente diferentes: cuando vas a mendigar, tu oración no es el fin, es solo el medio. Lo que te importa no es la oración, estás orando para obtener algo, y eso es lo que importa. Muchas veces tu deseo no se satisface, luego dejas de orar y dices: «¡De todos modos, es inútil!», Porque para ti la oración es solo un medio.
La oración nunca puede ser un medio, así como el amor nunca puede ser un medio. El amor es un fin en sí mismo: amas, pero no para obtener algo. El amor tiene un valor intrínseco: amas porque es hermoso amar. No estás tratando de obtener un resultado; el amor no es un medio para alcanzar un fin, ¡es el fin!
Y la oración es amor: anda, ora con alegría, sin pedir nada, sin mendigar. Orar es tan hermoso, te sientes tan extático y tan feliz que agradeces a lo divino por permitirte existir, respirar, ver … ¡y qué colores! Lo divino te ha permitido escuchar, estar atento; no te has ganado estas cosas, son un regalo.
Ve al templo con profunda gratitud, solo para dar las gracias: «¡Lo que me has dado es demasiado y no lo merezco!». ¿Crees que te mereces algo? ¿Puedes decir que mereces algo? Si no hubieras venido al mundo, ¿podrías decir que serías víctima de la injusticia? ¡No! Todo lo que tienes es solo un regalo del amor divino, no lo has merecido. Dios se desborda de amor. Cuando lo entiendes, la cualidad de la gratitud nace en ti. En ese momento, recurres a lo divino simplemente para agradecerle, porque te sientes lleno de gratitud.
La gratitud es oración y no hay nada más hermoso que sentirse agradecido, nada es comparable a la gratitud. La oración es la culminación de tu felicidad y no puede convertirse en un medio para alcanzar un fin. Jesús dice: «Si oras, serás condenado», porque tu oración es falsa, equivocada. Jesús sabe bien que cuando vas al templo, vas a pedir algo, ruegas: usas la oración como un medio, y esto es un pecado.
¿Qué es tu amor? Si entiendes lo que es el amor, puedes entender lo que sucede en la oración. ¿Realmente amas a una persona? Tal vez no sea amor sino otra cosa, gratificación mutua … Cuando amas a una persona, ¿realmente la amas? ¿Realmente abres tu corazón? ¿O usas al otro en nombre del amor? Usas al otro en nombre del amor; lo usas para el sexo o para otros propósitos, pero lo usas. Si el otro se niega a ser usado, ¿continuarías amándolo? No, pensarías que ya no sirve para nada. Si el otro te estima, si gustas a una mujer hermosa, tu ego está satisfecho. Cuando una mujer hermosa te mira, te sientes por primera vez como un verdadero hombre; pero si no te estima, si no te mira con admiración, entonces ya no la amas más. Si un hombre guapo, con un aspecto viril, te mira como se mira a las mujeres hermosas, te corteja, te sientes gratificada y tu ego está satisfecho. Esto es explotación mutua, pero tú lo llamas amor. Y no es de extrañar que tus relaciones sean un infierno: no pueden ser otra cosa, porque el amor es solo una palabra y detrás de la palabra amor se esconde algo muy diferente. El verdadero amor nunca crea un infierno, porque el amor tiene la misma cualidad del paraíso.
Si amas, eres feliz, y tu felicidad revela tu amor. Pero mira a los amantes: los amantes no son felices. Por supuesto, estaban felices al principio, cuando hacían planes e, ignorándolo todo, lanzaban redes para atraparse el uno al otro. Y esto porque la poesía, el idilio y todas las demás tonterías se usan solo para capturarse mutuamente: una vez que el pez cae en la red, ya no están felices, se sienten presos. El ego del otro se convierte en una prisión, y ambos buscan dominarse y poseerse mutuamente. Este tipo de amor se convierte en una condena.
Si tu amor es falso, tu oración no puede ser auténtica, porque la oración significa amor por el Todo, y si no has podido amar a un ser humano, ¿cómo puedes amar al divino? El amor es solo un paso hacia la oración. Debes aprender a amar.
Si logras amar a un ser humano, se te revela un secreto, se te da una clave; la misma clave revelará la divinidad —naturalmente en un tamaño un millón de veces mayor. La dimensión es infinitamente más grande, pero la clave es la misma. El amor es un fin en sí mismo, y en el amor ya no hay ego. Cuando estás sin ego, hay amor. Entonces puedes dar sin pedir nada a cambio, dar porque es hermoso, compartir porque compartir es estupendo, ya no hay negociación. Cuando no hay negociación, no hay ego, el amor fluye; entonces te abres, lo que está bloqueado en ti se disuelve.
Debes aprender a disolverte, solo entonces podrás orar. Jesús dice a sus discípulos: «Si oráis…» —si oráis, y el énfasis está enteramente en vosotros— «seréis condenados». Este dicho no forma parte de la versión autorizada de los evangelios, los cristianos no querían incluirlo. Cualquiera podría malinterpretarlo, pero Jesús no se opone a la oración o al ayuno; no está en contra de dar a otros o compartir lo que uno tiene: Jesús está en contra de tus máscaras. Lo que es verdad en ti debe surgir de tu ser. Pero primero tienes que cambiar, debe haber una transformación, ¡Solo entonces todo lo que hagas estará correcto!
Un hombre le preguntó una vez a San Agustín: «¿Qué debo hacer? No soy un hombre muy educado, así que cuéntamelo brevemente, sin usar demasiadas palabras». Agustín respondió: «Sólo puedo decirte una cosa: ¡Ama! Y si amas, todo lo que hagas será lo correcto».
Si amas, todo es correcto; Pero si no amas, todo está equivocado. El amor significa botar el ego. El amor significa estar centrado. El amor significa vivir en la dicha. El amor significa sentirse lleno de gratitud. El significado del amor es: funda tu vida sobre el ser y no sobre la acción. Las acciones están solo en la superficie, mientras que el ser lo es en la profundidad. Deja que todo fluya de tu ser. ¡No prepares nada, deja de controlar tus acciones, transforma tu ser! Porque al final no importa lo que hagas: importa lo que eres.
Fuente: Osho, La semilla de la mostaza, vía Ken Zen Ichinyo.